Un corredor avezado quizá lleve agua y barras de proteínas en una larga carrera de entrenamiento, pero las niñas y mujeres afganas consideran más esencial otro tipo de equipamiento: puños de acero o espray de pimienta, para que cuando alguien se acerque, puedan demostrar que tienen algo con lo que defenderse. Este es uno de los detalles sorprendentes incluidos en un documental de 2019 sobre las corredoras en esta nación profundamente conservadora.
La película es la culminación de años de trabajo de Martin Parnell, rotario de Calgary, Alberta (Canadá) y apasionado corredor. Lo que él llama la mayor aventura de su vida comenzó en octubre de 2015, cuando su esposa, Sue, le mostró un artículo de The Guardian en el que se describían las tribulaciones y el triunfo de Zainab Hussaini, de 25 años. Ese año se convirtió en la única mujer que finalizó la primera maratón oficial de Afganistán.
Parnell, socio del Club Rotario de Cochrane y gobernador de su distrito en 2021-2022, había experimentado el poder de las carreras de larga distancia, la forma en que liberaba tanto el cuerpo como la mente. Su hermano lo desafió a entrenarse para una maratón y esto transformó su dolor tras la muerte por cáncer de su primera esposa en 2001. «Correr se convirtió en mi meditación», dice. «Tuvo un enorme impacto desde la perspectiva de la salud física y mental».
Encontró el entrenamiento y los desafíos físicos tan gratificantes que decidió suspender su carrera en la industria minera. Unos meses después de terminar la Maratón de Calgary en 2003, vendió su casa, guardó sus pertenencias en un almacén y emprendió aventuras aún más exigentes.
Entre las hazañas que logró estuvieron escalar el Monte Kilimanjaro en 21 horas (la mayoría de las personas necesitan de cinco a diez días), atravesar África en bicicleta, completar ultramaratones de hasta 160 kilómetros y, en 2010, correr el equivalente a 250 maratones en un solo año. Algunos de estos retos formaban parte de una serie de desafíos que él denominó sus misiones para niños. A través de esa iniciativa, recaudó más de 1,3 millones de dólares para la organización humanitaria Right To Play, que busca proteger, educar y empoderar a los niños de todo el mundo a través del deporte y programas basados en el juego.
Sin embargo, a principios de 2015, justo después de terminar su última misión, experimentó un dolor de cabeza incapacitante. Lo que en un primer momento pensó que era una migraña acabó siendo un coágulo de sangre en el cerebro que ponía en peligro su vida. (Su médico aseguró que su entrenamiento de resistencia no causó el coágulo). El hombre que había corrido maratones ahora necesitaba ayuda para caminar unos pasos hasta el baño. Durante su lenta recuperación, Parnell encontró inspiración en la determinación de Hussaini de correr ese año en la primera Maratón de Afganistán, una competición internacional que, según los organizadores, es el único evento deportivo mixto celebrado en el país.
Aunque algunas de las restricciones sociales más estrictas impuestas por los talibanes se relajaron en algunas partes del país tras su derrota en 2001, contemplar a mujeres corriendo por las calles para hacer ejercicio enfureció a algunos afganos conservadores. «Los niños nos apedreaban; la gente nos insultaba diciéndonos cosas como: 'Prostitutas, ¿por qué no se quedan en casa? Están destruyendo el Islam», recuerda Hussaini en la película. Por su seguridad, ella entrenaba en un jardín amurallado y en una cinta caminadora.
Incluso en la provincia de Bamiyán, situada en el centro de Afganistán, que ha vivido menos conflictos y donde se celebra la Maratón de Afganistán, se enfrentó a insultos. Cuando terminó la carrera, un logro que le valió el Premio Franco-Alemán a la Mujer Afgana del Año, el gobernador de Bamiyán comentó que en otras partes del país podrían haberla matado por correr una maratón mixta.
Parnell se sintió inspirado por la tenacidad de Hussaini y decidió que, si conseguía recuperarse lo suficiente para volver a correr, viajaría a Afganistán para apoyarla a ella y a otras mujeres, correr junto a ellas en la segunda Maratón de Afganistán a celebrarse en noviembre de 2016, y contar sus historias. Para él, el viaje cumplía la Prueba Cuádruple, conocida por todos los rotarios: Sus acciones promoverían la verdad y la justicia, crearían buena voluntad y mejores amistades, y serían beneficiosas para todos los implicados. «Era evidente que encajaba», afirma.
Mientras preparaba su viaje a Afganistán, durante un evento se le acercó una exprofesora de secundaria, Kate McKenzie. Ella se había sentido inspirada por su primer libro, Marathon Quest, y estaba haciendo carrera como productora de documentales. Parnell la invitó a un café y le mencionó que buscaba a alguien para editar los videos que pensaba grabar con su teléfono móvil y una minicámara portátil para hacer una crónica de la maratón de Afganistán. McKenzie tenía una idea mejor: Ella se ofreció a acompañarle.
Más tarde, volvió con una propuesta concreta. Reuniría al equipo de rodaje y correría la maratón en solidaridad con las mujeres afganas. McKenzie comprendía no solo el valor simbólico, sino también el valor práctico de correr. Ella había sufrido problemas de salud mental, algo que relata en la película. «Hay una voz negativa en mi cabeza que me repite: 'No puedes hacerlo. No eres lo suficientemente buena'», señala.
Gracias a la orientación proporcionada por los médicos, había encontrado alivio corriendo. «Al movernos, nuestro cuerpo libera hormonas positivas», explica. «Nos aclara el pensamiento. Nos ayuda a sentirnos más positivos». Para ella, correr se convirtió en una herramienta para manejar su salud mental y el estrés: «Si corro lo bastante rápido, con suficiente intensidad, la voz negativa cesa. Es por eso que corro. Todo el mundo merece esa libertad».
La distancia más larga que había corrido era de 10 kilómetros, menos de un cuarto de la distancia de la maratón, pero pensó que incluir imágenes de su entrenamiento daría a los espectadores una idea de las duras pruebas físicas que Hussaini y las demás mujeres afganas experimentaban mientras se preparaban para la carrera.
Para la mayoría de los corredores, completar una maratón es la culminación de meses de disciplina y esfuerzo. Muchos atletas bien entrenados pueden correr 16 o 24 kilómetros. Pero sin un entrenamiento de resistencia específico -que combine carreras más cortas y más largas siguiendo un calendario estricto durante varios meses- los músculos empiezan a cansarse antes del kilómetro 32. Cruzar la línea de meta es un triunfo tanto físico como de la voluntad.
Para las corredoras afganas, la maratón representaba la libertad, una audaz negación de las duras restricciones impuestas a la vida de las mujeres por los talibanes. «Luchábamos contra las normas, muchas de ellas no escritas», afirma Hussaini. «Salíamos de nuestras casas para decir que somos seres humanos. Tenemos los mismos derechos. No pueden detenernos».
A pesar de que las atletas vestían camisas de manga larga, pantalones largos y el tradicional pañuelo en la cabeza mientras entrenaban, se vieron amenazadas por personas con rígidas opiniones conservadoras, incluso de parte de algunos de sus propios familiares. «Le rogué a mi madre que me dejara participar en la carrera», contó una joven a los cineastas. «Me dijo: 'Debemos pedir permiso a tu padre'. Cuando mi madre le preguntó, él respondió: 'Ella no es mi hija. Le romperé las piernas si se atreve a salir'». Entonces la joven decidió correr la distancia de la maratón en su propio patio en lugar de unirse a los corredores en las calles.
Por la seguridad de las mujeres participantes, los organizadores mantuvieron en secreto detalles importantes de la maratón, incluido su recorrido. Este hecho dio lugar al título del documental y al posterior libro de Parnell, The Secret Marathon (La maratón secreta).
El libro detalla las dificultades que McKenzie encontró para rodar la película. Tardó meses en encontrar un seguro de viaje especializado en zonas de conflicto. El equipo acabó poniéndose en manos de una empresa de viajes de aventura especializada en viajes a países como Afganistán.
Más de 250 corredores participaron en la Maratón de Afganistán de 2016, incluidas seis mujeres afganas que corrieron toda la distancia (el evento incluye una carrera de 10 kilómetros). Varias participantes se negaron a ser filmadas por temor a las represalias. Y Zainab Hussaini, la corredora pionera que se suponía iba a ser una de las protagonistas del documental, decidió no participar en la carrera porque no había podido entrenar, algo de lo que McKenzie no se enteró hasta después de llegar a Afganistán.
Pero el equipo captó imágenes inspiradoras de niñas corriendo y jugando. Free to Run, organización internacional sin fines de lucro, apoyó a las corredoras, con el objetivo de «impulsar el cambio de las normas de género de las comunidades en zonas de conflicto apoyando a las adolescentes y mujeres jóvenes para que avancen en su liderazgo y bienestar mediante la práctica de correr».
Kubra Jafari, una videógrafa afgana independiente de Free to Run, decidió participar en la maratón cuando Parnell se ofreció a acompañarla en su empeño a pesar de que no había entrenado debidamente.
La gente acostumbrada a las imágenes de corredores de maratones pasando entre multitudes de espectadores se sorprenderá de las solitarias escenas de La maratón secreta. El recorrido comenzó a 2743 metros de altura y ascendió unos 365 metros adicionales. A menudo solo se puede ver a uno o dos participantes atravesando la belleza descarnada del vasto paisaje desértico.
McKenzie lució el dorsal 61 en honor a Kathrine Switzer, que en 1967 se convirtió en la primera mujer en correr el maratón de Boston con un dorsal oficial, el 261. Un funcionario oficial de la carrera intentó sacar por la fuerza a Switzer del recorrido de Boston, pero ella se impuso. En Afganistán, guardias armados bordeaban la ruta, y camiones de las fuerzas de defensa nacional seguían de cerca a las corredoras para protegerlas. A pesar del aire más fino a esa altitud, McKenzie finalizó su primera maratón en Afganistán en 4 horas y 52 minutos, cerca de la media mundial de corredoras.
Jafari tuvo que luchar contra los calambres estomacales y el cansancio, pero Parnell consiguió que cruzara la línea de meta en 6 horas 52 minutos, solo ocho minutos antes de que se cerrara oficialmente la carrera.
El documental termina con una exhausta Jafari llorando de alegría en brazos de Parnell. Parnell le cuelga una medalla de finalista alrededor del cuello y le dice: «Ha sido algo muy especial para mí correr contigo y lo que hemos hecho juntos». Eso es bastante bueno, ¿eh? Lo hiciste. Puedes decirle a todos tus amigos: ‘Oye, recuerdas que dijiste que no podía hacerlo. ¡Yo lo hice!’”
Al año siguiente, Jafari volvió a participar en la maratón, mejorando su tiempo en una hora y 20 minutos.
Parnell regresó al evento en 2018 para marcar la cadencia de carrera a mujeres y niñas. Mientras tanto, Hussaini se convirtió en la gerenta de Skateistan en Afganistán, organización que trabaja para empoderar a los niños a través del monopatinaje y la educación.
Lo que los espectadores no ven en el documental es que este casi no llegó a realizarse. McKenzie y su equipo se enteraron de que algunas mujeres que aparecían en el documental recibían amenazas de muerte persistentes por su participación.
«Esta es la historia real», escribe McKenzie en el sitio web de la película. «Es por eso que la película es importante. Perder sus historias significaba perder la razón por la que estábamos creando el documental. Así que tuvimos que tomar una decisión: ¿Desechamos el proyecto por completo? ¿O encontraremos una manera de contar esta historia sin poner a nadie en riesgo? Ella y su equipo ya habían estado trabajando sin remuneración en este proyecto durante dos años. «Tras muchas deliberaciones, decidimos que nos pondríamos manos a la obra».
Tardaron otro año en reeditar la película y añadir secuencias de animación para sustituir las secuencias que ilustraban los peligros a los que se enfrentan las corredoras afganas.
Dado que La maratón secreta debutó en 2019, no incorpora las secuelas del regreso al poder de los talibanes en julio de 2021. La Maratón de Afganistán, que en su momento álgido atraía a más de 300 participantes femeninas para correr una maratón o diez kilómetros, fue cancelada.
Hussaini, su familia y sus compañeros huyeron del país, y ella trabaja ahora para Skateistan en el norte del estado de Nueva York. «Corríamos grave peligro de que nos mataran por nuestro trabajo de apoyo a mujeres y niñas», afirma. «Es una pena que el nuevo régimen no permita a las niñas practicar ningún tipo de deporte». Los talibanes prohíben a las niñas asistir a la escuela después del sexto grado y que las mujeres viajen sin la compañía de un familiar varón, asimismo, tampoco se les permite entrar en determinados lugares públicos. A las estudiantes ya matriculadas en las universidades se les ha impedido terminar sus estudios. Además, las mujeres tienen prohibido trabajar con organizaciones no gubernamentales de ayuda.
Afganistán se encuentra entre los países más rezagados en cuanto a derechos de la mujer, oportunidades educativas, esperanza de vida y acceso a la justicia. «Todo se ha derrumbado», señala Hussaini.
Sin embargo, la participación de Parnell sigue teniendo repercusiones positivas. Él presta ayuda a ciclistas afganas a adaptarse a la vida en Canadá. Asimismo, Parnell y McKenzie se han inspirado para llamar la atención sobre la necesidad general de espacios seguros.
«Mientras trabajaba en el documental, muchas personas me dijeron que se sentían identificadas, de alguna manera, con lo que estas mujeres afganas estaban viviendo tratando de entrenar», indica McKenzie. «Viven en Canadá, uno de los países más seguros del mundo; sin embargo, no siempre se sienten seguras al salir a correr o caminar en sus propias comunidades. Así que pensé: Bueno, ¿qué pasaría si pudiéramos hacer algo una noche al año donde pudiéramos reunir a las personas donde pudieran sentirse seguras para salir a correr o caminar para crear conciencia sobre los problemas de seguridad que aún enfrentan mujeres y hombres en todas partes?»
Con la ayuda de John Stanton, fundador de la cadena de tiendas de calzado deportivo Running Room, McKenzie inauguró lo que primero se llamó Secret Marathon 3K (La maratón secreta de 3 kilómetros) y ahora es simplemente Secret 3K (Los 3 kilómetros secretos): una carrera/caminata anual no competitiva para promover la igualdad de género, que se celebra durante la semana del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. «Es una distancia asequible», dice. «Casi cualquier persona puede levantarse del sofá y caminar 3 kilómetros. Sirve para mostrar solidaridad y apoyo a quienes aún no pueden correr con seguridad en sus comunidades, especialmente las mujeres de Afganistán».
Las carreras comenzaron en 10 ciudades canadienses en 2018 y se han extendido a más de 25 países de todo el mundo. Recaudan fondos para organizaciones que promueven la educación y el atletismo femenino. Los socios de Rotary en Canadá han adoptado el día de la carrera como un día de servicio.
No es exactamente el final de la historia que imaginó hace ocho años, pero Martin Parnell, implacablemente optimista, ve el lado positivo. «A mí y a otros que han tenido buena fortuna en nuestras vidas nos corresponde retribuir», señala. «¿En qué podemos ayudar, tanto a nivel local en nuestra comunidad como de manera más amplia, a nivel internacional? Ese es el espíritu de Rotary, y se ajusta exactamente a lo que siento. Al ser rotarios, podemos hacer mucho más cuando trabajamos juntos».
Este artículo fue publicado originalmente en el número de mayo de 2023 de la revista Rotary.
Rotary se compromete a ayudar a las personas que han sido desplazadas como resultado de conflictos, violencia, persecución y violaciones de los derechos humanos.
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