En marzo, poco después de que Rusia iniciara su invasión de Ucrania, empezaron a llegar refugiados a una casa de Wojciechów, localidad situada a unos 30 kilómetros de la ciudad de Lublin, en el este de Polonia.
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Janusz Milanowski, socio del Club Rotario de Lublin-Centrum-Maria Curie-Sklodowska, y su esposa, Katarzyna Szmygin-Milanowska, compraron la vivienda en 2021 con la intención de convertirla en un centro para adolescentes con problemas de adicción. Pero como miles de refugiados de Ucrania necesitaban un lugar donde alojarse, la pareja decidió abrirles las puertas de la casa.
Natalia Prokhor llegó a Polonia a principios de marzo. Es una de las 17 ucranianas sordas que las agencias de socorro reunieron para que vivieran en la casa junto con otros refugiados, 29 en total.
No es la primera vez que Prokhor, que creció en la región de Luhansk, en el este de Ucrania, ha tenido que abandonar su hogar. Ella y su madre huyeron a Kiev cuando las tropas rusas ocuparon partes de la región ucraniana de Donbás en 2014. "No podía creer que mis familiares tuvieran que volver a temer por sus vidas", dice. "Fue una pesadilla”.
Prokhor dice sentirse agradecida porque su familia está a salvo, pero añade que, como a menudo es más difícil para las personas sordas encontrar trabajo, espera poder volver pronto a Ucrania.
A veces, la casa cuenta con intérpretes capacitados para traducir de la lengua de señas ucraniana a la polaca. Cuando no hay intérpretes, los ucranianos y sus anfitriones polacos utilizan un traductor en línea. "Hablamos mucho", comenta Milanowski.
En abril, los refugiados y los socios de Rotary celebraron juntos la Pascua en la casa. Algunos de los asistentes emplearon el lenguaje de señas mientras pasaban comida y otras ofrendas alrededor de la mesa. La decoración incluía huevos teñidos de rojo y blanco y de azul y amarillo para representar a Polonia y a Ucrania respectivamente. La fiesta fue más sobria que las celebraciones tradicionales de Pascua, en solidaridad con los parientes de los refugiados que aún permanecían en Ucrania, algunos de los cuales carecían de alimentos, agua o electricidad.
Antes de que llegaran los refugiados, los socios del club rotario amueblaron la casa, y siguen recaudando fondos y encargándose de las operaciones diarias. El club también envió ayuda al otro lado de la frontera para ayudar a unas 40 personas en Ucrania y colaboró con el Distrito 7870 de Nueva Hampshire y Vermont (EE. UU.) para donar equipos médicos por valor de 317 000 dólares a un hospital de campaña en Ucrania.
Dorota Wcisła contribuyó a este artículo.