Luego de un duro año de preparación, dos rotarios y una rotaractiana enfrentan un último desafío para poder unirse al selecto Equipo de Respuesta ShelterBox
En el verano de 2016, Wes Clanton buscaba algo para hacer. Para quienes lo conocen, y conocen su ocupada agenda, esto sería algo sorprendente.
Como oficial de la marina mercante, Clanton ya pasaba seis meses por año (60 días en funciones y 60 días de franco) cruzando el Océano Pacífico en un buque de carga. También estudiaba en la universidad para obtener un título avanzado en administración de transporte marítimo: “Básicamente”, nos dice, “es como una Maestría para manejar botes”.
Pero en la vida de Clanton faltaba algo importante.
Cuando era niño, sus padres, según sus propias palabras, “hacían viajes misioneros” e inculcaron en él la misma pasión por retribuir a su comunidad, ya sea a nivel local o a escala mundial. Ese fue uno de los motivos por los que se afilió a Rotary.
“Lo que me atrajo fue el aspecto de servicio”, nos explica. “Estaba buscando algo que fuera más grande que yo mismo”. En ese momento, Clanton era socio del Ciberclub Rotario del Distrito 5010, Alaska-Yukón; desde entonces, ha pasado al Club Rotario de Nashville, Tennessee (EE.UU.).
No obstante, quería hacer aún más. “Buscaba una oportunidad como voluntario para un proyecto más grande en el que pudiera trabajar”, recuerda. Fue entonces que un amigo le habló sobre ShelterBox.
Fundado por un socio rotario del Reino Unido en el año 2000, ShelterBox responde a desastres naturales o provocados por el hombre, para brindar refugio temporal y ayuda esencial no alimentaria a personas desplazadas en todo el mundo.
En 2004, luego que un tsunami dejara más de 200 000 muertos en una decena de países asiáticos, ShelterBox estaba allí. Así fue también luego del terremoto de 2010 en Haití y luego del tifón Haiyan que devastó Filipinas tres años después. Más recientemente, ShelterBox asistió a los sobrevivientes de los huracanes del Caribe, a las familias desplazadas de Bangladesh y Siria, y a las comunidades destruidas por la guerra en Irak.
Sin saber qué esperar, Clanton, que ahora tiene 33 años de edad, decidió tratar de ingresar al exclusivo Equipo de Respuesta ShelterBox, el cual espera tener anualmente dos misiones de tres semanas de duración para cada uno de sus 163 voluntarios rigurosamente entrenados, de los cuales alrededor del 20 por ciento son socios rotarios.
“Desde la primera vez que supe de ellos, me pareció que esto era perfecto para mi horario y mis intereses”, dice Clanton. “Sabía que era algo que podría hacer a largo plazo y aprovechar mi tiempo libre”.
El exigente proceso de un año de duración para conseguir un lugar dentro del Equipo de Respuesta ShelterBox comenzó en diciembre de 2016 cuando, luego de realizar una prueba en línea, apareció en su correo electrónico un largo formulario de solicitud. “Pensé: ‘Esto es una absoluta locura’”, recuerda. “Las exigencias de la solicitud eran increíbles. Estoy totalmente dispuesto a trabajar como voluntario y pasar mucho tiempo haciéndolo, pero no sabía si esto era lo que buscaba”.
Pero, para Clanton, el desafío resultó ser parte de la fascinación. Llenó la solicitud y, durante los meses posteriores, siguió los pasos que lo acercarían a convertirse en un rescatista de ShelterBox.
“Hay una importante cantidad de trabajo que se debe hacer”, nos dice. “Entregar materiales y leer mucho y ver videos y cosas así. En combinación con mi trabajo y la universidad, reunir todo eso fue algo abrumador”.
Alrededor de 350 candidatos comenzaron el proceso junto con Clanton. Once meses más tarde, ShelterBox invitó a solo 20 de ellos a Cornwall (Inglaterra) donde un entrenador muy serio anunció: “Este es su examen final”. Uno de esos 20 era Wes Clanton.
“Las exigencias de la solicitud eran increíbles”
Wes Clanton, rotario y voluntario de ShelterBox
Dóblate pero no te quiebres
La península de Lizard en Cornwall, que se extiende dentro del Canal de la Mancha, es el punto más meridional de Inglaterra.
“Lizard es una zona maravillosa para los entrenamientos de ShelterBox”, dice Colin Jones, un hombre delgado con los brazos cubiertos de tatuajes, que se desempeña como entrenador principal. “Es un lugar muy desolado, no hay mucho en sus alrededores y llueve con frecuencia, lo que hace que la gente se sienta deprimida. Así que es realmente adecuado”.
Durante el entrenamiento, los candidatos finales pasan días en la clase para aprender habilidades que podrían resultarles invaluables durante sus misiones. Divididos en equipos, también atraviesan Cornwall y lidian con distintos escenarios de desastre que simulan situaciones que podrían encontrar.
“Escogemos un rango de elementos que los preparará tanto mental como físicamente para emprender esa primera misión”, dice Jones, quien cuenta con la asistencia de otros tres entrenadores.
“Estamos aquí para arrojarles tantas sorpresas como sea posible”, agrega Bruce Heller, un socio del Club Rotario de Allen Sunrise, Texas (EE.UU.). Como veterano que participó en 10 misiones de ShelterBox, Heller es una de nueve “sombras” en Cornwall como supervisor y mentor de los aprendices.
Liz Odell es otra sombra. Liz es socia del Club Rotario de Nailsworth (Inglaterra) y ha participado en 18 misiones.
Recuerda el régimen del entrenamiento que soportó como algo físicamente más exigente, aunque tal vez menos eficaz. “Llovía constantemente, nos alimentaban mal y nos gritaban mucho. Era muy difícil aprender algo bajo esas condiciones. Ahora el entrenamiento está mejor dirigido y es más completo”.
Y deprimente. No hay que olvidar lo deprimente.
Ned Morris es alguien que no se inquieta cuando se enfrenta a desafíos inesperados. Es productor y consultor de vinos, ávido amante de la naturaleza, y también tiene algo de Boy Scout: Complementó su año de capacitación en ShelterBox con un escabroso programa de vida salvaje de diez días de duración en Wyoming y tomó clases de RCP y primeros auxilios con la Cruz Roja.
Morris, de 48 años de edad, socio del Club Rotario de Walla Walla, Washington (EE.UU.), comenzó siendo embajador de ShelterBox y viajando alrededor del Noroeste del Pacífico para crear conciencia y recaudar dinero para la organización. También participó en la Experiencia Local como Embajador de ShelterBox, un evento de tres días de duración llevado a cabo en Texas y que simula la misión del Equipo de Respuesta de ShelterBox.
“Tuvimos que atravesar algunas de las dificultades que los integrantes del equipo de ShelterBox deben superar (como pasar el equipaje por la aduana) y un montón de obstáculos con los que ellos tienen que lidiar, como reporteros que te ponen el micrófono en la cara. Esto nos brindó un panorama de lo que ellos viven cuando están en una misión”, nos dice.
A Morris se le despertó el interés y solicitó el ingreso para convertirse en un rescatista de ShelterBox hecho y derecho, iniciando así, al igual que Wes Clanton, el proceso de un año de duración. Como paso final antes de la movilización a Cornwall, se sumó a Clanton y a 14 solicitantes más para una evaluación en el campo de cuatro días de duración en las afueras de Toronto.
“Al ingresar, no tenía la menor idea de lo que podía esperar”, dice Clanton. “ShelterBox estableció muy específicamente qué [equipo de campamento] se debía llevar, y que, siempre que uno tuviera esas cosas, estaría preparado”.
Clanton es muy reservado con respecto a su experiencia: "No puedo ser muy específico sobre lo que realmente sucedió”. Sin embargo, Morris es un poco más abierto.
“No fue algo tan físico como esperaba”, revela, aunque reconoce algunos desafíos psicológicos. “Nos dieron escenarios en los que había limitada cantidad de ayuda y muchos más que la necesitaban. Tener que tomar esas decisiones críticas de quién recibe ayuda y por qué fue desgarrador. Esa fue la parte más dura para mí, saber que no podíamos ayudar a todos... y saber que, cuando me enviaran a una misión, yo formaría parte del equipo que toma esas decisiones. Y eso no sería fácil”
“Esa fue la parte más dura para mí, saber que no podíamos ayudar a todos... y saber que, cuando me enviaran a una misión, yo formaría parte del equipo que toma esas decisiones”
Ned Morris, rotario y voluntario de ShelterBox
De la práctica a la realidad
La reticencia de Clanton es el procedimiento estándar de ShelterBox.
Cuando visité Cornwall, la organización no me permitió ver todos los aspectos de su entrenamiento, como las sesiones nocturnas de instrucciones. Tampoco me permitieron informar sobre todo lo que sí vi.
Uno de los elementos clave para el éxito del programa es mantener en secreto ciertos detalles de su régimen de entrenamiento. Cuando van a una misión, los rescatistas de ShelterBox no tienen idea de las sorpresas que podrán encontrar. Según el razonamiento de ShelterBox, tampoco deberían saberlo quienes están entrenando y se acercan al examen final. Como dice Clanton: “Hay que reaccionar como uno mismo en esas situaciones”.
Entidades colaboradoras
Rotary y ShelterBox colaboran entre sí en proyectos para responder ante catástrofes internacionales. Siendo una organización benéfica registrada, ShelterBox es independiente de Rotary International y de La Fundación Rotaria.
Cómo colaborar con Rotary
Cómo trabajan los clubes con las entidades colaboradoras
Rotary y la respuesta ante catástrofess
Aun habiendo visto de cerca los procedimientos de capacitación, y sin revelar los secretos de ShelterBox, esto es lo que le diría a cualquier candidato que se dirija a las lúgubres y áridas tierras de Cornwall: Espera comer poco y dormir aún menos. Espera malos amaneceres y peores condiciones del tiempo. Espera incertidumbre encima del temor. Espera enseñanzas y pruebas tanto de los entrenadores como de las sombras. Sobre todo, espera lo inesperado... y, tras lo inesperado, espera aún más imprevistos.
Esto es parte del rigor del examen final. Es una táctica de ShelterBox: simular lo que con frecuencia sucede en la vida real... presentar una situación dramática y hasta peligrosa seguida de, digamos, una reunión de alta tensión con representantes clave de las Naciones Unidas o de alguna otra organización humanitaria.
Sin importar lo que acaban de sufrir, los entrenados deben responder suscintamente a detalladas indagaciones mientras hacen sus propias preguntas esenciales.
“Realmente, debes concentrarte”, dice Morris. “No puedes ponerte en piloto automático y esto es muy agotador”. Hasta las tareas mundanas pueden tomar un giro inesperado, como cuando un jefe de policía acepta dar una visa que es necesaria, solamente si quienes están entrenando garantizan que darán carpas a los oficiales de policía que perdieron sus viviendas en una inundación, lo cual infringe las normas de ShelterBox.
Al mismo tiempo, quienes entrenan también adquieren algunas destrezas médicas avanzadas. “Contamos con proveedores médicos experimentados que participan en un entrenamiento extremo en un rango de situaciones que esperamos nunca deban enfrentar”, dice Jones. “Pero sabemos que, de ocurrir, nuestros rescatistas podrán lidiar con todas ellas durante sus misiones”.
Otra situación que se presentó en un refugio temporal provocó una respuesta emotiva e inesperada de una mujer australiana cuya curva de aprendizaje demostró cuán eficaz puede ser la capacitación de ShelterBox. Esa es una historia que sí puedo contar.
Katelyn Winkworth heredó de sus padres el fervor por realizar buenas obras. Siendo la presidenta del Club Rotaractiano de Brisbane Rivercity, a sus 27 años viaja por Australia como funcionaria de promoción de la salud mientras trabaja con indígenas.
“Voy a las comunidades rurales, descubro cuáles son algunos de los problemas de salud más importantes y diseño programas para abordar esos problemas”, nos dice. “Puede ser bastante duro, pero también gratificante”.
ShelterBox parecía algo ideal para Winkworth, excepto por un problema: Su falta de confianza en sí misma.
“En cada paso (del proceso de selección), yo pensaba: ‘No voy a poder terminarlo’. Y, cuando lo terminaba, entonces pensaba: ‘Esta vez, no’. Cuando llegó el primer día del entrenamiento (la evaluación de cuatro días), pensé: ‘No, debería empacar y regresar a casa. Esto es una estupidez. No me van a elegir’”.
Colin Jones entiende cómo la evaluación (y la sesión de Cornwall) puede ser abrumadora.
“Hacemos ejercicios tras escenarios tras ejercicios y esto realmente empuja a los candidatos”, explica. “Después de cada ejercicio, dejamos que se reporten y ofrezcan comentarios entre sí, y esto se convierte en algo natural. Aquellos que se desempeñan bien son los que pueden aceptar los comentarios y usarlos la siguiente vez”.
Eso es lo que le sucedió a Winkworth.
“No soy generalmente directa ni obstinada, ni soy de tomar el papel de líder”, explica. “Pasé el primer día y la mitad del segundo (de la evaluación de cuatro días) queriendo contribuir más, pero conteniéndome. Y luego, la segunda noche, me dieron un puesto de gran liderazgo. Entonces fue que realmente descubrí: ‘Oh, la gente me escucha. Puedo tomar buenas decisiones que la gente apoya’. Mis dudas (se desvanecieron) pasaron a segundo plano. Si no me hubieran dado esa oportunidad, no habría entendido esto. Me asombré de mí misma… Pensé: ‘Oh, puedo hacer esto, y es realmente maravilloso’”.
Y así fue como obtuvo una invitación para ir a Cornwall.
En medio del curso, Jones designó a Winkworth como líder de su equipo. “Al principio tuve dificultades”, recuerda. “Hay temor, emoción y mucha ansiedad cuando uno es responsable de un equipo, de su dirección y de las decisiones a tomar. Estábamos realmente cansados y nos resultaba muy difícil comunicarnos con claridad y concisamente”.
Pero la capacidad de colaboración del equipo mejoró a medida que pasaban los días y las lecciones aprendidas comenzaron a surtir efecto.
“Poder aunar esfuerzos rápidamente en un grupo es algo que se debe aprender”, dice Winkworth. “Mejoramos nuestra capacidad para identificar los puntos fuertes y los puntos débiles de nuestro grupo”.
También se encontró emocionalmente involucrada cuando su equipo visitó una universidad convertida en refugio temporal para 500 personas.
En este escenario, el lugar estaba repleto, las instalaciones sanitarias eran inadecuadas y había muy poca comida.
“Me di cuenta realmente de lo que es estar en el terreno, viendo gente angustiada que ha perdido todo: sus familias, sus seres queridos, sus hogares. Se me hizo un nudo en la garganta, a pesar de que era un escenario de prueba”, nos dice.
Su respuesta reveló la principal motivación de Winkworth.
“El concepto de que todas las personas tienen dignidad es importante para mí, al igual que ayudarles a conservar su dignidad en el peor día de sus vidas”, nos dice. “Poder llevar esto a un lugar donde ha ocurrido una catástrofe y permitir que la gente recupere el control de su vida es algo que admiro y en lo que quiero participar”.
Después de 10 largos días, finaliza el entrenamiento. Los candidatos de ShelterBox están exhaustos y, habiendo subsistido durante los últimos días con escasas raciones llamadas “paquetes para ratas”, están hambrientos.
Esa dolorosa situación los ha afectado profundamente, pero no solo a los entrenados. Cuando entrega a los candidatos las tarjetas de identificación del Equipo de Respuesta ShelterBox (porque, sí, todos aprobaron el examen final), Colin Jones parece tratar de contener las lágrimas. Su imagen de tipo duro se ha desvanecido.
Unos meses más tarde, en Australia, Katelyn Winkworth espera su primera misión asignada.
ShelterBox envió a Wes Clanton a Madagascar en enero, luego que un ciclón dejara más de 50 muertos y 54 000 desplazados. Y, a fines de febrero, Ned Morris voló a la República Dominicana y a Barbuda para pasar tres semanas evaluando la respuesta a los huracanes Irma y María.
“Estoy nervioso y emocionado”, dijo antes de partir. “Pero, lo más importante es que estoy listo”.
“El concepto de que todas las personas tienen dignidad es importante para mí, al igual que ayudarles a conservar su dignidad en el peor día de sus vidas”
Katelyn Winkworth, rotaractiana y voluntaria de ShelterBox