Con ayuda de una subvención global de La Fundación Rotaria, un grupo de mujeres de una zona rural de Costa Rica utilizan el ecoturismo para enriquecer el futuro de sus familias
Al conducir hacia el este desde la pequeña ciudad de Turrialba, en la montañosa región central de Costa Rica, y después de aproximadamente una hora, te encontrarás viajando por un camino de grava lleno de baches. Cruza un estrecho puente y encontrarás el pueblo de Mollejones, que es donde Karen y Evelyn García Fuentes crecieron en una granja de café. La granja pertenece a su padre, quien había heredado la tierra de su abuelo.
Cuando Karen y Evelyn eran adolescentes, dejaron el pueblo para ir a la universidad. Mudarse a la ciudad es el sueño de muchos adolescentes rurales de todo el mundo. Pero después de la universidad, las hermanas decidieron volver a Mollejones. Encontrar trabajo cerca de casa era difícil, pero Karen había oído hablar de un negocio en Costa Rica que criaba mariposas para la exportación. Karen se dispuso a aprender lo necesario para iniciar una empresa similar. "Queríamos nuestro propio proyecto", dice Evelyn.
Al principio, su padre no creía en la idea, y las mariposas aterrorizaban a su madre. Pero Karen trabajó arduamente y se enfocó en el negocio. Evelyn se unió a ella, y su madre ahora trabaja con ellas también. Otra hermana se encarga de la mercadotecnia y de las redes sociales, y su padre ha cedido más y más de su granja de café a las mariposas. "El negocio ha unido a la familia", dice Karen.
La percepción tradicional de los agricultores rurales es que sus hijos necesitan estudiar para poder irse eventualmente. Pero las hermanas García volvieron a casa. "Rompimos ese ciclo en nuestra granja y nuestra comunidad", dice Karen.
El sol de media mañana baña a las hermanas García mientras sonríen y posan junto a un cartel pintado de colores que dice "Hogar de Mariposas: Home of the Butterflies". Karen McDaniels, una visitante de los Estados Unidos, toma una foto de ellas. "Usaremos esto en tu folleto, ¿de acuerdo?" dice, antes de subir un tramo de escalones de tierra y caminar por un sendero fangoso para ver el santuario de mariposas.
McDaniels, socia del Club Rotario de Denton, Texas, ha venido a Mollejones para inspeccionar de primera mano el impacto de una subvención global de La Fundación Rotaria promovida por su club en colaboración con el Club Rotario de Cartago (Costa Rica). La subvención tiene tres componentes que abordan la formación empresarial, la acuaponía y un hotel ecológico. Entre otras cosas, la subvención proporciona apoyo a las hermanas García y a otras mujeres de la localidad que recientemente crearon una cooperativa de turismo para atraer visitantes y mostrarles los bosques tropicales, las cascadas, las mariposas y los pájaros de la zona, así como su forma de vida tradicional. Los rotarios se asociaron con el Centro Agrícola Tropical de Investigación y Educación Superior. Con sede en Turrialba, la organización, conocida como CATIE, trabaja desde hace años con las mujeres.
En el santuario, cientos de mariposas revolotean. Al igual que un pretendiente que se esfuerza demasiado, son casi agresivamente amigables, aterrizando en los hombros, manos y bolsas de los visitantes. Una llamativa mariposa naranja y negra incluso se posa en los labios de Eliécer Vargas, profesor de turismo sostenible en el CATIE. "¡Se enamoró de mí!" bromea mientras la mariposa le da un beso.
Según los líderes del pueblo, hasta finales del siglo XX, Mollejones era un pueblo dedicado al cultivo del café y la caña de azúcar. Pero cuando los precios de los productos básicos comenzaron a caer en picada hace dos décadas, la mitad de su población se fue para encontrar nuevas formas de ganarse la vida. Fue entonces cuando la idea del turismo comunitario echó raíces. El pueblo se encuentra cerca del Río Pacuare, donde se encuentran algunos de los rápidos más famosos del planeta. En 2011, Mollejones fue sede de los campeonatos mundiales de canotaje, y al año siguiente, algunos de los residentes fueron al CATIE para ayudar a fortalecer su industria turística. Poco después, Vargas y sus estudiantes se involucraron.
Lleno de ideas, energía y bromas, Vargas es la conexión principal entre los rotarios y las mujeres. Él es el complemento perfecto para la personalidad más reservada y seria de McDaniels. Nacida en Arabia Saudita, McDaniels se educó en Suiza y en los Estados Unidos. Pasó la mayor parte de su carrera trabajando en todo el mundo para 3M; después de jubilarse, fundó dos organizaciones sin fines de lucro, una en Camboya y otra en Indonesia, para ayudar a las personas que había conocido mientras vivía en esos países. Cuando los hijos de los recicladores con los que trabajaba en Indonesia se enfermaron por beber agua contaminada, ella se esforzó por encontrarles ayuda. Alguien le sugirió que se pusiera en contacto con un club rotario de allí. El Club Rotario de Yakarta Cilandak intervino, y McDaniels se enganchó.
En 2017, McDaniels se unió al Club Rotario de Denton, donde encabezó la subvención global de ecoturismo. Vargas, que nunca antes había trabajado con Rotary, no estaba seguro de qué esperar. Ni siquiera sabía si los rotarios cumplirían sus promesas. "Entonces conocí a Karen", dice. “Ella exige, y ella cumple. Es una mujer de palabra. Y después de conocer al equipo del Rotary, me di cuenta de que ella atrae a gente que quiere marcar la diferencia".
La subvención global de La Fundación Rotaria tiene tres componentes que abarcan la capacitación empresarial, acuaponía y un hotel ecológico.
El padre de Angie Montoya Fernández había sido recolector de café, pero ese es un trabajo por temporadas. Él no quería viajar para trabajar en la ciudad capital de San José, ubicada a un par de horas, porque quería permanecer con su familia. Así que en vez de eso, él y su esposa aprendieron inglés y se convirtieron en guías de turismo. “Cuando yo era niña, también quería ser guía de turismo”, dice Montoya.
Montoya habla a la entrada del Monumento Nacional Guayabo, el sitio arqueológico precolombino más grande de Costa Rica. Un mapa del lugar se encuentra detrás de ella, y a su lado, el camino hacia las ruinas atraviesa un bosque tropical lleno de helechos, enredaderas y epífitas.
Alrededor de 20 000 personas visitan el monumento anualmente, y Montoya y su familia son algunos de los guías independientes que les muestran el lugar. Con el fin de apoyar a otros pequeños empresarios locales, la madre de Montoya, Rosa Fernández, tuvo la idea de ofrecer a esos visitantes cosas para hacer mientras visitan el área. Ahora, cuando la gente llama para organizar un tour por Guayabo, también tienen la oportunidad de reservar otras opciones, como un tour por la granja, alojamiento o una clase de cocina. "Me encanta la historia precolombina, pero también necesitamos trasladar a la gente a otros lugares", dice Montoya.
Ahí es donde entra en juego la cooperativa de turismo femenino llamada RETUS, Red de Emprendedoras del Turismo Sostenible de Turrialba. "El desafío para los grandes operadores turísticos es confiar en un pequeño operador turístico o en un pequeño proveedor", dice Vargas. “Con RETUS, esperamos que eso le de una oportunidad a las mujeres locales”.
La cooperativa de turismo comenzó como un proyecto social con los estudiantes graduados de Vargas en el CATIE. "Quería que mis estudiantes no solo leyeran sobre el turismo sostenible, sino que se involucraran en él", dice Vargas. No tenía dinero en su presupuesto para el proyecto social, pero podía reunir algo para investigación. Así que sus estudiantes, que están estudiando en el centro a través de un programa de maestría conjunta con la Universidad del Norte de Texas en Denton (Estados Unidos), comenzaron a trabajar con la gente que vivía en los pueblos y comunidades de los alrededores. En Mollejones, por ejemplo, se celebraron talleres en los que los residentes hablaron de lo que es único en su comunidad. Los estudiantes transformaron esas conversaciones en ideas de recorridos vivenciales que muestran el patrimonio de la comunidad.
Vargas identificó a seis mujeres que ya trabajaban en el campo del turismo. “Las llamo las madrinas,” dijo. Se trataba de mujeres que podían ser madres solteras, o que criaban a un grupo de niños, o que aprendieron inglés aunque no tuvieran educación. Al igual que Rosa Fernández (una de las madrinas), alcanzaron mayores logros y sirvieron como ejemplos de lo que otras mujeres podían lograr.
Vargas dijo a las madrinas que quería ayudarlas a formar una red de turismo, pero que dependía de ellas elegir a las mujeres que serían parte de ella. Les dijo que se consideraran mujeres de negocios y que imaginaran lo que querían que ocurriera en sus comunidades y cómo podían ayudar a hacer realidad ese sueño. "Les dije que trajeran a las mujeres, pero no les digan que esto es un proyecto", dice Vargas. «Díganles que esto es un movimiento: No sean parte de RETUS porque quieren ayudarse a ustedes mismas. Participen en RETUS porque quieren ayudar a mujeres como ustedes". Tres de las madrinas originales decidieron que querían involucrarse, y terminaron con 18 mujeres participando en algunas de las primeras fases de la cooperativa de turismo.
Lo que esas mujeres estaban más deseosas de aprender era conocimientos empresariales en temas como administración, contabilidad y mercadotecnia. Exactamente el tipo de cosas en las que los rotarios son expertos.
Marielos Salazar Cabezas golpea una bola de arcilla entre sus manos. Detrás de ella, los tonos apagados de los baldes llenos de barro contrastan con el brillante prisma de las botellas de pintura esparcidas por su estudio de cerámica. Unas cuantas veces al año, Salazar se dirige a las montañas de los alrededores para desenterrar la tierra que filtra y drena hasta que la arcilla se separa. El proceso puede tomar hasta un año antes de que tenga la consistencia que necesita para hacer las ollas, tazones, alcancías, pesebres y otros artefactos únicos que llenan los estantes de su estudio.
Salazar conoció a dos de las madrinas en una feria artesanal, y la invitaron a unirse a la cooperativa de turismo. “Me gusta la interacción,” dice. “Creo que esta es una gran oportunidad. Recibimos mucho apoyo”.
Parte de ese apoyo llegó durante los talleres de capacitación que fueron posibles gracias a la financiación proporcionada por una subvención global; la mayoría de esas clases se impartieron en la sala de juntas de la tercera planta del edificio de administración del CATIE. Durante la parte financiera de la capacitación, Salazar aprendió a calcular lo que debería cobrar por sus creaciones. Ahora ella comienza con 2 kilos de arcilla y registra el tiempo que pasa trabajando en una pieza para determinar el costo de su trabajo.
Salazar le da a McDaniels un recibo después de venderle unas piezas de cerámica. En el primer día de clases, todos los asistentes habían recibido un talonario de recibos y una hoja financiera del costo de la mercancía vendida, entre otras cosas. «Les explicamos el talonario de recibos, cómo funciona y por qué es importante", dice McDaniels. "Ahora pueden obtener los nombres y datos de contacto de sus clientes para hacer un seguimiento por correo electrónico."
Las mujeres de la cooperativa le habían dicho a McDaniels que querían aprender inglés, así que cada día de los talleres comenzaba con juegos y ejercicios de inglés dirigidos por Cathy Henderson, socia del Club Rotario de Denton-Lake Cities y agente inmobiliaria que enseña inglés como segundo idioma en Denton. "Tenía muestras de perfume, espráis, bálsamo labial y lociones para los premios", recuerda Henderson. Y caramelos: Uno de los favoritos eran los Life Savers. Las mujeres fueron emparejadas con rotarios de Texas para que siguieran practicando utilizando WhatsApp.
"Son mujeres extraordinarias y trabajadoras", dice Vanessa Ellison, socia del Club Rotario de Denton Evening, quien capacitó a las mujeres en mercadotecnia y redes sociales. "Tienen muchos conocimientos culturales que serían atractivos para los turistas. Nuestra labor consistió tan solo en ayudarlas a sacar eso a la luz".
Mientras McDaniels camina por el estudio, Salazar le cuenta cómo el proyecto benefició tanto a las mujeres que participaron como a la comunidad. Ahora ella puede permitirse contratar a una mujer para que le ayude a limpiar dos veces por semana, por lo que ahora esa mujer también tiene trabajo, y los beneficios de los talleres y la subvención global también son evidentes en otros lugares.
"El desafío para los grandes operadores turísticos es confiar en un pequeño operador turístico o en un pequeño proveedor. Esperamos que esto brinde una oportunidad a las mujeres locales”.
Cuando Vargas y sus estudiantes realizaron una evaluación de la sostenibilidad en Mollejones hace unos años, descubrieron que los propios proyectos turísticos eran sostenibles, excepto por una cosa: La gente alimentaba con tilapia a los invitados que habían reservado una comida. Y la tilapia venía de otros países. Vargas y sus estudiantes buscaron un proveedor local para la tilapia, pero el trabajo que implicaba transportar el pescado no era factible para los tres o cuatro filetes que los huéspedes necesitaban a la vez.
Vargas tenía cierta experiencia con la acuapónica, un sistema que combina la cría de peces con la hidroponía, la ciencia del cultivo de plantas en agua enriquecida con nutrientes, y pensó que podría ser la solución. Él propuso la idea a los rotarios, quienes incluyeron cuatro sistemas de acuaponía en la subvención global, uno para cada una de las tres comunidades en las que trabajaban y un cuarto en el CATIE. Los rotarios de Texas y Cartago, así como los voluntarios locales, colaboraron en la construcción de los sistemas. "Nos alegró tener la oportunidad de ir a las comunidades rurales en persona y conocer a la gente y ayudarla", dice Gloria Margarita Dávila Calero, una rotaria de Cartago.
Dado que se requiere un delicado equilibrio entre el número de peces y el número de plantas para mantener ambos con vida, esta fase del proyecto comenzó a pequeña escala. "Queremos que la tecnología funcione", dice Vargas. "No queremos crear falsas expectativas". A las mujeres de la cooperativa se les dijo que se trataba de un proyecto de investigación, no de un regalo, y que necesitaban comprometerse por un año para ver si el sistema podía perfeccionarse. Cuando esa fase concluya a finales de este año, las mujeres podrían entrenar a otros residentes que podrían querer un sistema propio.
Brian Glenn, jefe de bomberos jubilado y presidente electo del Club Rotario de Denton-Lake Cities, ayudó a iniciar esta fase del proyecto. Gracias a su carrera profesional se conviritó en experto en la ciencia de la presión del agua y en mangueras, y ese conocimiento fue muy útil a la hora de aplicarlo a los sistemas de acuaponía. «Fue a una escala diferente de la que usamos en el departamento de bomberos, pero se aplican los mismos conceptos hidráulicos", dice. Además, Glenn sabía cómo utilizar el martillo gracias los trabajos a medio tiempo que realizó a lo largo de los años, así que esa habilidad también fue útil. Una vez que las variables estén resueltas, dice, los rotarios planean hacer un kit con los materiales necesarios para comenzar un jardín acuapónico, que luego los clubes rotarios podrían patrocinar.
María Eugenia Brenes Araya recibió uno de los sistemas pilotos En su casa de Guayabo, ella y sus hijas Idali y Alicia visten camisas idénticas con el logo de RETUS en la parte delantera y sus nombres en las mangas. La familia ofrece alojamiento en una linda unidad de dos dormitorios en la parte trasera de su casa. Los huéspedes pueden aprender sobre el jardín acuapónico y la huerta familiar, una huerta tradicional de hileras de tierra apilada. En la parte delantera de la casa, hay un jardín de permacultura con un enfoque más localizado y ecológicamente consciente de la agricultura. "Empecé con una pequeña idea, y cuando fui a la capacitación con los rotarios, me di cuenta de que tenía otras ideas que implementar", dice Brenes, que es tesorera de la cooperativa.
De tal palo tal astilla. Como ya estaban ofreciendo a los huéspedes un lugar para dormir, Idali, de 18 años, tuvo la idea de servirles una buena comida. Ahora está pensando en iniciar un servicio de catering y ofrecer tours gastronómicos tradicionales. Al igual que las hermanas García, espera que, en lugar de mudarse a una ciudad lejana, haya encontrado la manera de quedarse cerca de casa.
En una mesa con vistas a los jardines, McDaniels, Vargas y otros se sientan para disfrutar de uno de los almuerzos de Idali. A la distancia, las altas montañas proporcionan un impresionante telón de fondo. La comida, con productos de la huerta de la familia, es igualmente espectacular. Este podría ser el comienzo de una brillante carrera.
Mientras se acerca a una casa color cielo en el campus del CATIE, McDaniels sonríe. “¡Es hermosa!” exclama. Esta fue la primera casa construida en el campus, en 1942, y desde entonces ha tenido varias funciones: vivienda para empleados, escuela de español, vivienda para estudiantes. Pero se había deteriorado. Había filtración de agua y murciélagos. "Cuando me quedé aquí el año pasado, te despertabas con el polvo de las termitas encima", dice Lynne Corvaglia, una estudiante de Toronto que es la administradora residente de la casa.
Vargas había soñado durante mucho tiempo con convertir la deteriorada estructura, que él llama la Casa de la Sostenibilidad, en algo más. En la primera fase de la participación de Rotary, McDaniels se había quedado aquí mientras recorría los pueblos cercanos con los rotarios de Cartago. Vio la oportunidad de reconstruir y reutilizar la casa como un albergue ecológico para grupos turísticos y como un lugar para que los miembros de la RETUS se reunieran y capacitaran, así como para dar la bienvenida a sus invitados. “Karen es así,” dice Vargas. “Ella es una negociante. Sabe conectar las cosas.”
Los rotarios se encargaron de la renovación de la Casa de la Sostenibilidad, el tercer componente de su subvención global. En julio, los rotarios e interactianos de Texas se unieron a los rotarios costarricenses, a RETUS y a los voluntarios locales para llevar a cabo la renovación. Hoy en día, los altos techos que antes arrojaban polvo de termitas están reparados. Se eliminaron los paneles existentes para revelar los tableros de madera originales de las paredes. Grandes ventanas abiertas originales de la casa proporcionan una vista de los jardines experimentales del exterior. La casa fue recableada y tiene Wi-Fi de alta velocidad, un baño accesible, y una cocina exterior y un patio iluminados con luces navideñas, y hay planes para contratar a alguien para que trabaje desde la casa y promueva los recorridos ecológicos que se ofrecen ahora en los pueblos cercanos. "Va a ayudar a conseguir clientes para cada mujer que trabaja en RETUS", dice Marielos Salazar, la alfarera, que también es secretaria del grupo. "Esta es una gran oportunidad, y tenemos que trabajar juntos para hacerla crecer».
“El modelo tradicional de maximizar las ganancias tiene sus límites en las comunidades en las que trabajamos. Tenemos que hablar de emprendimiento social”.
Marjorie Moya Ramírez, quien ha dirigido el recorrido por Mollejones que comenzó en el mariposario de las hermanas García, ahora da la bienvenida a McDaniels y a otras personas a la casa de su familia. Al tener mucha experiencia con su hermana Luisa con los talleres de negocios de Rotary de tres semanas de duración, Moya muestra las bolsas que ella, su hermana y su madre cosen y venden. Al igual que las demás mujeres de la cooperativa, Moya se refiere a sus diversas empresas como "proyectos", palabra que alude a la forma diferente en que ella y sus asociados ven los aspectos económicos de su situación. "Cuando hablas con estas mujeres sobre dinero", explica Vargas, "ellas dicen que, para ellas, se trata de sus familias y de las necesidades de su comunidad. El modelo tradicional de maximizar los beneficios tiene sus límites en las comunidades en las que trabajamos. Tenemos que hablar de emprendimiento social".
El día culmina en el centro comunitario de Mollejones con una típica comida tica (que significa costarricense) de casado: arroz, frijoles, carnes y ensalada. Algunos niños de la localidad se han unido al grupo, y una niña le cuenta a McDaniels sus planes de estudiar turismo en la universidad y luego regresar a casa para seguir su carrera. Como Karen García dijo antes, se ha roto el ciclo de hijos e hijas que eventualmente dejan este pequeño pueblo para buscar trabajo en otro lugar.
Después de la comida, todos se toman de la mano y se sientan en círculo, cantando una canción sobre niños ayudando a niños. Cuando el sol se pone detrás de las montañas, algunas de las chicas se levantan y comienzan a realizar danzas tradicionales. Sus faldas se arremolinan creando destellos de color y las chicas sonríen abiertamente, mariposas hermosas flotando sobre un jardín de canciones, sus futuros ahora más brillantes gracias a un empujoncito de Rotary.
• Esta historia apareció originalmente en la edición de mayo de 2020 de la revista The Rotarian.
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