Lejos de casa y gravemente herido, un joven encuentra consuelo y renueva su propósito entre su familia rotaria
«¿Dónde estoy?» Pensé, al recobrar el conocimiento, toda era luz blanca, manchas de colores y sonidos apagados. «¿Dónde estoy?»
Tenía los labios secos. «¡Agua! ¡Agua!», grité. Traté de levantarme, pero mi madre me dijo que me quedara quieto.
Estaba en el hospital. Esas manchas de colores resultaron ser globos. Había tenido un accidente, mi Jeep chocó contra un árbol. Y el árbol se llevó la mejor parte. Llevaba dos semanas en coma.
Intenté hacer memoria. Recordé manejar mi auto después de un largo turno en el restaurante donde trabajaba. Luego nada: ni choque, ni árbol, ni ambulancia. Ni tres operaciones para hacerme un agujero en el cráneo para reducir la presión en el cerebro y repararme la cadera izquierda y la clavícula derecha rotas. Los médicos me dijeron que había tenido suerte de estar en coma solo dos semanas. Pudieron haber sido meses. Podría no haber despertado nunca.

Ilustración de Hokyoung Kim
Comencé a recordar retazos de mi vida. Me llamo Andrés Briceño. Nací en Venezuela, aunque hoy vivo en Texas. Llegué a este país en noviembre de 2021 cuando tenía 23 años. Me mudé a The Woodlands, al norte de Houston, porque una tía y algunos de mis primos viven aquí. Pero también pertenezco a una familia más grande e internacional, la familia de Rotary, a la que me uní por primera vez cuando vivía en Venezuela, como socio tanto del Club Rotario de Las Delicias como del Club Rotaract de Las Delicias Leone Rossi.
Cuando algo está mal, deseo cambiarlo. Mi sueño era ver mi país libre. Pero liberar un país no es fácil. Cuando defiendes la libertad en una dictadura, te conviertes en un blanco. Al final tuve que irme.
Un nuevo club
Cuando llegué a Texas, me puse en contacto con el Club Rotario de The Woodlands. Esto cambió mi experiencia como inmigrante. Un mes después de mi llegada a Estados Unidos, asistí a la fiesta de Navidad del club. Estaba lejos de Venezuela, pero los socios del club me hicieron sentir en casa, que pertenecía a su comunidad. Eso fue muy valioso: ser aceptado, sentir que pertenecía.
Mi accidente fue el 25 de junio de 2023. El día anterior había sido un sábado. Hacía sólo tres días que se había constituido oficialmente el Club Rotaract de The Woodlands, en cuya fundación desempeñé un papel decisivo. Me desperté muy temprano. Era un caluroso día de verano. Nuestro club estaba ayudando al Club Rotario de The Woodlands con un evento para jóvenes. Era como una búsqueda del tesoro, con pistas escondidas aquí y allá. Los niños se divirtieron, corriendo por todas partes buscándolas. Eso me llevó casi toda la mañana, y de ahí me fui directamente a trabajar El sábado es el día de la semana con más trabajo en el restaurante, y ya habían pasado varias horas de la medianoche cuando volvía a casa. El accidente ocurrió a cinco minutos de la casa de mi tía.
Pasé 33 días en el hospital. En la primera semana, no sabían si iba a sobrevivir. Mi madre nunca perdió la esperanza, y los socios de Rotary estuvieron a su lado todo el tiempo, haciéndole compañía y apoyándola. Kay Boehm-Fannin, presidenta 2023-2024 del Club Rotario de The Woodlands, me visitó en el hospital todos los días. Todos los días, a pesar de que no estaba despierto y no sabía que ella estaba allí. Otros socios de Rotary esperaban en el vestíbulo su turno para verme.
Cuando me desperté, una de las enfermeras me preguntó: «¿Eres famoso?» Le dije que no, que todavía no ¿Por qué? Ella dijo: «Tienes tantas visitas, toda esa gente que viene todos los días. Eso no es normal». Me sentí muy querido.
Igual que mi madre. Mi querido amigo, el Dr. Lucian Rivela, socio del Club Rotario de The Woodlands, se comunicó frecuentemente con mis médicos para compartir cualquier novedad sobre mi estado con mi ansiosa madre, que no habla inglés. El día que me desperté del coma era el cumpleaños de mi madre, y mi familia de Rotary le organizó una fiesta en la sala de espera de la Unidad de Cuidados Intensivos.
Cuatro días después de recibir el alta, asistí a un evento de Rotary After Hours y, dos días después, a una reunión del Club Rotario de The Woodlands. Estaba ansioso por volver con mi familia rotaria. Sentí la imperiosa necesidad de darles las gracias. Y lo hice, con lágrimas en los ojos.
El camino hacia la recuperación
Enseguida tuve que afrontar cambios en pequeñas cosas que damos por sentadas. Cosas como ir al baño o subir las escaleras sentándome en los escalones y usando los brazos en lugar de las piernas, para llegar a mi habitación en la casa de dos plantas de mi tía.
Me precipité al intentar recuperar la normalidad en mi vida. No me había dado cuenta de la magnitud de lo que me había sucedido. Aprendí que a veces no debes precipitarte. Hay que ir paso a paso.
Y en cada paso, Rotary estaba a mi lado, incluso antes de que yo pudiera caminar. Pasé meses en sillas de ruedas. Mi familia de Rotary me proporcionó la silla de ruedas, luego el andador y por último el bastón. Incluso recaudaron fondos para ayudarme a cubrir mis costos de fisioterapia mientras aprendía a caminar de nuevo.
Durante mi recuperación, tuve dos terapeutas maravillosos, Stephanie y David, que trabajaron conmigo en una clínica del área de Houston. Stephanie fue interactiana en la escuela secundaria y más tarde pasó un año estudiando en Inglaterra como becaria Buena Voluntad de Rotary. Lo que experimentó durante ese año la inspiró a regresar a Estados Unidos y obtener un doctorado en fisioterapia.
Stephanie y yo nos hicimos amigos gracias a esa conexión con Rotary, y la invité a acompañarme a la elegante gala organizada en febrero de 2024 por el Club Rotario de The Woodlands. El día de la gala, decidí que ya no necesitaba mi bastón y lo dejé en casa. Por primera vez en meses, caminaba sin ayuda. Y esa noche en la gala, rodeados de mi familia rotaria, Stephanie y yo bailamos.
Sintiéndome como si hubiera recibido una segunda oportunidad en la vida, este año decidí regresar a la universidad. Estoy estudiando ciencias políticas y espero obtener una maestría en economía. Me estoy preparando para volver a Venezuela y ayudar a reconstruir mi país. Mientras tanto, busco trabajo en una organización sin fines de lucro en Estados Unidos. El trabajo de mis sueños sería ayudar a los demás, tal como he tratado de hacer desde que pertenezco a Rotary.
Andrés Briceño es socio fundador y presidente del Club Rotaract de The Woodlands en Texas.
Este artículo fue publicado originalmente en el número de abril de 2025 de la revista Rotary magazine.