Demasiado joven para casarse
Fraidy Reiss, sobreviviente de un matrimonio arreglado y abusivo, quiere proteger a otras niñas de la misma terrible experiencia
Fraidy Reiss solo dispone de 90 minutos entre sus muchas reuniones matutinas. Acaba de terminar una llamada con su personal, y pronto debe hacer otra con un grupo de legisladores que han asumido la causa de poner fin a los matrimonios forzados e infantiles. Su oficina de Nueva Jersey es pequeña y humilde a propósito. Como fundadora de Unchained at Last, grupo que trabaja para poner fin al matrimonio forzado y al matrimonio infantil en los Estados Unidos, Reiss no quiere que sus oficinas sean fáciles de localizar por temor a represalias por parte de las personas y comunidades de las que tanto ella como sus clientes se han esforzado tanto por escapar.
Reiss viste su típico uniforme: una falda por encima de la rodilla y zapatos de plataforma que añaden al menos 6 cm a su estatura. También lleva su característico lápiz labial rojo brillante. «Estoy atravesando mi período de rebelión adolescente a los 40 años», dice Reiss riendo. «Por fin tengo la oportunidad de expresarme a través de la ropa, y realmente lo estoy disfrutando».
Una colección de fotos cuelga en una pared. En una aparece la abogada de derechos humanos Amal Clooney, en otra la senadora estadounidense Elizabeth Warren. Anita Hill, la abogada y profesora universitaria que acusó al candidato a la Corte Suprema Clarence Thomas de acoso sexual, aparece en otra, al igual que Christine Blasey Ford, quien hizo acusaciones aún más graves contra el candidato a la Corte Suprema, Brett Kavanaugh. Sobre las fotos se lee la frase «El muro de las mujeres valientes». Sirven como consejeras ad hoc, árbitros de fuerza y valentía que «supervisan» las actividades diarias de la organización. No es que Reiss realmente precise de esa orientación. Está acostumbrada a forjar su propio camino.
Hace diecisiete años, Reiss hizo un cambio que pocos judíos ultraortodoxos hacen. Dejó un matrimonio arreglado y abusivo y, como resultado, también abandonó a su familia y comunidad, y comenzó una nueva vida.
Cada libro, póster y rasgadura en la alfombra de su oficina representa la vida por la que luchó tan ferozmente. Y aquí es donde Reiss ahora lucha por esas mismas libertades para miles de mujeres en todo el país.
Buscando una opción
Cuando Reiss considera el comienzo de su historia, hace una pausa. «Lo que la gente no entiende es que en la comunidad judía ortodoxa el condicionamiento empieza tan pronto como comienzas a hablar», reflexiona Reiss. «Siempre tuve claro que no iba a poder elegir si casarme o no ni cuándo».
A pesar de su adoctrinamiento temprano, Reiss, quinta de seis hermanos, no tenía una perspectiva particularmente romántica sobre el matrimonio. Cuando Reiss tenía solo 4 años, su madre huyó de su casa familiar con Reiss y sus hermanos en medio de la noche. «Mi padre era muy, muy violento y abusivo», dice Reiss, quien explica que sus padres también tuvieron un matrimonio arreglado. En respuesta a las denuncias de violencia doméstica extrema, un rabino tomó la insólita decisión de conceder a la madre de Reiss permiso para abandonar a su marido. Pasarían otros siete años antes de que el padre de Reiss concediera el divorcio. (Según la ley judía ortodoxa, solo el esposo tiene el poder de divorciarse de su esposa). Ver a su madre vivir en ese limbo entre la separación y el divorcio afectó mucho a Reiss. «Se la consideraba una agunah, o una mujer encadenada cuyo marido no le da el divorcio», dice Reiss, quien recuerda haber escuchado a su madre llorar por las noches. «Es una experiencia infernal. En lugar de recibir apoyo de la comunidad, te avergüenzan por tu impotencia. Mi madre fue doblemente victimizada».
Una casamentera emparejó a Reiss con su futuro marido, con quien se casó a los 19 años, y tuvo la primera de sus dos hijas a los 20. Cortesía de Fraidy Reiss
La experiencia planteó muchas preguntas a una joven Reiss, preguntas que le dijeron que reprimiera. «Recuerdo haber dicho cosas como: ‘¿Por qué una mujer no puede conceder el divorcio?’», dice Reiss. «Para mí, esa misoginia nunca tuvo sentido».
Sin embargo, ni la saga de la madre de Reiss ni las preguntas de la joven alteraron el propio destino de Reiss, que se casó a los 19 años. Al igual que su madre y casi todas las mujeres de su comunidad judía haredi, Reiss fue emparejada con un marido a través de una casamentera. Reiss tuvo su primera hija a los 20 años y la segunda a los 24. A los 27 años, Reiss se encontró atrapada en una situación que le resultaba familiar. Su marido, al igual que su padre, era violento y abusivo. Pero cuando se acercó a su madre en busca de apoyo, su madre la rechazó. «Le dije que temía por mi vida», recuerda Reiss. «Le dije que mi marido dejó claro que me iba a matar». Su madre se dio la vuelta. «Simplemente salió de la habitación. Ni siquiera me respondió.» El recuerdo todavía hace que sus ojos se llenen de lágrimas.
Al recordarlo, Reiss cree que el rechazo de su madre era reflejo del trauma de una mujer maltratada durante tanto tiempo. «Eso es todo lo que pudo hacer», reflexiona Reiss, que no ha hablado con su madre desde que abandonó definitivamente la comunidad judía ortodoxa. Las prácticas del matrimonio infantil y el matrimonio forzado, explica Reiss, rara vez existen en el vacío. «Los matrimonios forzados son casi siempre parte de un ciclo que se repite desde hace generaciones. Este es un problema nacional. Afecta a todas las comunidades, religiones y niveles socioeconómicos que se te ocurran».
Una batalla cuesta arriba para mejorar las leyes
Según los datos recopilados por Reiss y sus colegas de Unchained at Last, casi 300 000 menores se casaron legalmente en Estados Unidos entre 2000 y 2018. Hasta 2018, el matrimonio infantil seguía siendo legal en todos los estados. Si bien algunos estados tienen un requisito de edad mínima de 18 años, la mayoría permite que los menores se casen con el consentimiento de los padres o de las autoridades judiciales. Debido a que el matrimonio está regulado por los estados, no existe una ley federal que prohíba el matrimonio infantil. Eso significa que, en la mayoría de los estados de todo el país, los menores pueden ser obligados a casarse sin la posibilidad del divorcio.
La mayoría de los menores casados incluidos en la investigación tenían 16 o 17 años cuando se casaron, aunque el informe sugiere que menores de tan solo 10 años se han visto obligados a casarse. Entre los menores casados durante ese período, el 86 por ciento eran niñas, y la mayoría fueron obligadas a casarse con hombres adultos.
En los últimos seis años, Reiss y su equipo de Unchained at Last han ayudado a que se apruebe legislación que prohíbe el matrimonio infantil en 13 estados. Delaware lideró el cambio en 2018, convirtiéndose en el primer estado en establecer la edad mínima para contraer matrimonio en 18 años y prohibir de hecho el matrimonio infantil. Pronto fue seguido por Nueva Jersey. Otros estados que desde entonces han promulgado leyes similares que establecen la edad mínima legal en 18 años incluyen Pensilvania, Minnesota, Rhode Island, Nueva York, Massachusetts, Vermont, Connecticut, Michigan, Washington, Virginia y, más recientemente, Nuevo Hampshire.
Pero revertir la práctica en todos los estados de EE. UU. parece una batalla cuesta arriba. El Partido Republicano de Wyoming, por ejemplo, ha expresado su preocupación alegando que restringir el matrimonio infantil podría impedir que los padres adolescentes críen a sus hijos juntos. Del mismo modo, un legislador republicano en Virginia Occidental se opuso a la prohibición del matrimonio infantil, argumentando que tales restricciones empujarían a los jóvenes a cruzar las fronteras estatales para obtener una licencia de matrimonio. Y los legisladores de varios estados argumentan que ciertas circunstancias atenuantes, como las costumbres religiosas y culturales o el embarazo adolescente, por ejemplo, son razones para mantener las leyes sin cambios.
Pero Reiss no carece de aliados conservadores. «Hace años, cuando nuestros bisabuelos se casaban a los 14 o 15 años, las mujeres no tenían igualdad», dice la senadora del estado de Missouri Holly Thompson Rehder, republicana, que vivió un matrimonio infantil. Y así, Thompson Rehder, que se opone abiertamente al acceso al aborto y al control de armas, sigue defendiendo el fin del matrimonio infantil. «Ahora tenemos las mismas oportunidades que tienen los hombres para educarse, para convertirse en el sostén de la familia. Casarnos temprano nos priva de oportunidades».
Un informe publicado por el Centro Internacional de Investigación sobre las Mujeres señala que las niñas que se casan antes de los 19 años históricamente han tenido más probabilidades de abandonar la escuela y completar menos años de su educación que sus pares que se casan más tarde. Según el Banco Mundial, el matrimonio infantil está fuertemente relacionado con tasas más altas de dependencia económica, ingresos más bajos y una mayor probabilidad de vivir en la pobreza. Y luego está el impacto social y psicológico. Algunas investigaciones sugieren que las novias adolescentes tienen tasas más altas de estrés psicológico. «Queremos algo mejor para nuestras niñas», insiste Thompson Rehder.
En busca del empoderamiento
En la época en que la madre de Reiss ignoró la petición de ayuda de su hija, Reiss presentó una orden de alejamiento temporal contra su marido. No duró mucho: Un rabino envió a un abogado para que llevara a Reiss al juzgado para retirarla. Fue entonces cuando entendió que, si quería liberarse de su matrimonio, tendría que hacerlo por su cuenta.
En las semanas siguientes, Reiss diseño un plan quinquenal. Primero, comenzó a esconder dinero en una caja de cereales. «Como muchos abusadores, mi marido me compraba joyas después de ser realmente violento», dice Reiss. Ella devolvía las joyas intercambiándolas por efectivo, a veces hasta 1500 dólares. Reiss también comenzó a guardar el dinero que su esposo le daba para comprar las pelucas usadas por las mujeres judías ortodoxas, que pueden costar más de 5000 dólares. «Secaba y lavaba mis pelucas viejas», explica Reiss. «Es muy difícil hacer que se vean nuevas, pero lo conseguí».
Reiss se matriculó en el programa de pregrado de la Universidad de Rutgers, una decisión que enfureció a su esposo. «Pero yo dije: ‘¿Cómo vas a impedírmelo?’», cuenta Reiss. «Toda mi familia intentó detenerme, pero insistí». Cuando Reiss se graduó cinco años después, a los 32 años, ya había guardado 40 000 dólares.
Tras una década de matrimonio, Reiss cambió las cerraduras de su casa y solicitó el divorcio. Cuando más tarde compró su propia casa a los 36 años, Reiss y sus dos hijas la llamaron palais de triomphe (el palacio del triunfo). «La casa significaba que no solo había dejado una mala situación», dice Reiss, «sino que había llegado a una mejor».
Una vez asentada, Reiss decidió que quería encontrar una manera de ayudar a otras personas atrapadas en circunstancias similares. En 2011, fundó Unchained at Last. «Cuando pasé por esto, estaba muy sola», dice Reiss. «Y quería apoyar a otras mujeres como nadie me apoyó a mí». Como madre soltera que trabaja, Reiss pensó que podía ayudar a cinco personas en su primer año; al final del año, había ayudado a 30.
En el centro del escenario de Rotary
Las Naciones Unidas y otros organismos internacionales consideran que el matrimonio infantil, que afecta desproporcionadamente a las niñas, es una violación de los derechos humanos. Y, sin embargo, dice Ana Cutter, «una de cada cinco niñas experimenta el matrimonio infantil en todo el mundo». Cutter, becaria de Rotary pro Paz (Chulalongkorn, 2016), ofreció esa sorprendente estadística en 2022 cuando organizó un panel dedicado a poner fin al matrimonio infantil en el Día de Rotary con UNICEF.
Hoy Cutter es el enlace en Washington, D.C. de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Según esta agencia, más de 650 millones de mujeres se casaron antes de cumplir los 18 años, y cada año, otros 12 millones de niñas se incorporan a esa lista.
«Obviamente, este es un problema y un desafío que no solo pueden abordar las mujeres y las niñas», dijo Cutter a su audiencia global en el evento. «Necesitamos que los hombres y los niños también trabajen con nosotras para poner fin y prevenir el matrimonio infantil», un hecho sobre el que los socios de Rotary, independientemente de su género, trabajan desde hace años.
En la India, el Club Rotario de Budge Budge, con sede en Calcuta, trabaja en el estado de Bengala Occidental para reducir el número de matrimonios infantiles y mejorar las oportunidades educativas y económicas de las niñas. Con la ayuda de una subvención global de La Fundación Rotaria por un monto de 56 000 dólares, el club ayudó recientemente al programa sin fines de lucro Nishtha's Girls to Girls, que, según los patrocinadores de la subvención, puso «especial énfasis ... en detener el matrimonio infantil».
En 2015, Reiss dejó su trabajo como investigadora para trabajar en Unchained at Last a tiempo completo. Desde entonces, la organización ha crecido y ahora cuenta con ocho empleados y más de 2 millones de dólares en activos totales. Ahora se encuentra entre las activistas más vocales del país en contra del matrimonio infantil y el matrimonio forzado.
Y cuando en 2022 Rotary International buscaba a alguien para hablar sobre cómo poner fin al matrimonio infantil en una convocatoria del Día de Rotary con UNICEF dedicada al empoderamiento de las niñas, recurrió a Reiss. «Mucha gente no se da cuenta de que el matrimonio infantil es un problema real aquí en los Estados Unidos», dijo Reiss, dirigiéndose a la audiencia presente en la sede de UNICEF en la ciudad de Nueva York y a los socios de Rotary de todo el mundo que asistieron al seminario web. ¿La «solución obvia y clara»? «Cambiar las leyes».
Manipulación y abuso
¿Y las cinco primeras mujeres a las que Reiss quería ayudar a empezar una nueva vida? Ahora son casi mil. Mil mujeres a las que Reiss y su equipo de Unchained han ayudado a elaborar planes de escape, encontrar refugios de emergencia y obtener asesoría legal, profesional y psiquiátrica gratuita. Además, Unchained reúne a las sobrevivientes para que compartan sus experiencias, un recurso terapéutico invaluable.
Jennifer Brown es una de esas mujeres. A los 16 años, Brown se casó con un hombre de 23 años al que solo conocía desde hacía dos meses. El matrimonio, dice Brown, fue idea de su madrastra, que, según ella, no quería a la adolescente en casa. «Por alguna razón, no le caía bien», recuerda Brown. «Y se enteró de que este tipo quería casarse conmigo, y convenció a mi padre para que me casara».
Brown era estudiante de segundo año en su escuela secundaria de Mississippi cuando su padre la llevó al altar. Dice que su esposo era abusivo y caía regularmente en ataques de ira, pero Brown todavía se aferraba a la relación. «No sabía otra cosa», afirma. Brown llegó a una situación límite al año y medio de casada, después de una pelea particularmente brutal. «Dicen que se necesitan siete actos de violencia para que una mujer abandone a una pareja abusiva, y eso me parece muy cierto», recuerda Brown.
Brown solo comenzó a considerar lo que había experimentado cuando empezó a ver a un terapeuta años después. «Me llevó mucho, mucho tiempo procesarlo», dice Brown, a quien se le diagnosticó un trastorno de estrés postraumático complejo.
Mientras reflexionaba sobre sus primeros años de vida, Brown decidió buscar otras sobrevivientes de matrimonios infantiles. Brown escribió «Me casé a los 16» en la página de Facebook de Unchained at Last, y alguien del equipo de Reiss la invitó a compartir su historia. Al principio, Brown dudó, pero el proceso le pareció extremadamente útil. «Me sentí bien al saber que había un grupo de mujeres que habían vivido experiencias similares», dice. «Me gustó, pero también fue horroroso».
Investigaciones y protestas
De vuelta en la oficina de Unchained, en unos minutos Reiss participará en otra de sus frecuentes videoconferencias, esta vez con un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia que se han asociado con Unchained para realizar un estudio de tres años sobre el matrimonio forzado, el sexo marital forzado y la paternidad forzada en Estados Unidos. «Es el primer estudio de este tipo», dice Reiss, entusiasmada. «Nuestro objetivo es elaborar recomendaciones sobre políticas e impulsar su implementación».
La investigación es una forma en que Reiss y su equipo abogan por el cambio. La protesta es otra. En 2015, Reiss comenzó a organizar lo que ella llama «encadenamientos», o reuniones de mujeres con vestidos de novia y cadenas que se unen para protestar contra los matrimonios infantiles y los matrimonios forzados. Reiss ha celebrado veinte en todo el país, incluidos varios en los escalones de capitolios estatales. La imagen, un grupo de mujeres en vestidos de novia con cinta negra que cubre sus bocas, es poderosa. Y Reiss dice que ha inspirado a mujeres de todo el país a enviarle sus vestidos de novia. Unchained ahora tiene un inventario de docenas de vestidos de novia donados, todos los cuales están organizados y catalogados en las oficinas de Unchained. «Constantemente recibimos vestidos de novia», dice. «Acabo de recibir tres más hoy».
Mientras continúa su lucha, Reiss viaja por todo el país promoviendo la misión de Unchained ante cientos de legisladores, defensores y sobrevivientes. Pero aunque los grandes escenarios son importantes, Reiss dice que los momentos tranquilos también tienen importancia. Como los consejos que comparte con sus hijas que ahora son adultas jóvenes. El tipo de consejo que Reiss desearía haber recibido hace treinta años. «El mensaje que desearía haber escuchado es que mereces ayuda», dice, «y puedes obtenerla».
Fraidy Reiss se asegurará de eso.
Periodista de Milwaukee, Elly Fishman es autora de Refugee High: Coming of Age in America (2021), que ganó el Premio Studs e Ida Terkel por un primer libro de interés público.
Este artículo fue publicado originalmente en el número de octubre de 2024 de la revista Rotary.