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Catherine Coleman Flowers revela el sucio secreto de Estados Unidos

Flowers habla sobre la inadecuada gestión de las aguas residuales en las comunidades rurales, la superación de las divisiones partidistas, las formas en que estos dos temas se entrecruzan y cómo los rotarios pueden ser parte de la solución

Ilustración de Viktor Miller Gausa

Pamela Rush, madre soltera, vivía con sus dos hijos en el condado de Lowndes, Alabama, en una casa rodante que había comprado por unos 113 000 dólares en 1995. Después de más de 20 años, todavía debía 13 000 dólares por una casa que, en realidad, no valía nada. "La casa rodante estaba enmohecida, mal ventilada y poco iluminada, con el techo manchado de humedad y el cableado eléctrico expuesto", escribe Catherine Coleman Flowers, que creció en el condado de Lowndes y cuyo libro, Waste: One Woman's Fight Against America's Dirty Secret, se publicó en noviembre. "En la parte trasera de la casa, con vistas a un pequeño patio y a un denso bosque, había una terraza derrumbada. Junto a esa terraza, una tubería arrojaba aguas residuales al suelo. El papel higiénico y las heces contaban la historia del sueño americano perdido de una manera mucho más clara de lo que jamás podría hacerlo Pamela".

En el condado de Lowndes, los residentes de bajos ingresos como Rush se enfrentan a la amenaza no sólo de multas sino de afrontar cargos penales por no instalar costosos sistemas sépticos. Flowers, quien en 2020 recibió una beca de 625 000 dólares de la Fundación MacArthur por "llamar la atención sobre las deficientes infraestructuras de agua y saneamiento de residuos en las zonas rurales y su papel en la perpetuación de las disparidades sanitarias y socioeconómicas", suele llevar a personas como el senador estadounidense Bernie Sanders y el copresidente de la Campaña de los Pobres, William Barber, a la casa de Rush para que vean la situación de primera mano. En junio de 2018, Rush testificó ante el congreso estadounidense sobre los peligros a los que se enfrentan los hogares como el suyo con sistemas de aguas residuales deficientes o inadecuados.

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El 3 de julio de 2020, a los 49 años, Rush se convirtió en otra víctima de la pandemia mundial. "La causa oficial de su muerte fue la COVID-19", escribe Flowers, "pero las causas subyacentes de su sufrimiento fueron la pobreza, la injusticia medioambiental, el cambio climático, la raza y las disparidades sanitarias. Estas nunca figurarían en un certificado de defunción". En Waste, Flowers relata cómo su propia educación como activista comenzó en la infancia; en su libro ella hace referencia a la marcha por los derechos civiles de Selma a Montgomery en 1965. Con sólo seis años de edad, Flowers recuerda la justa indignación que corría como una corriente por el hogar de su infancia. "Mis padres, Mattie y J. C. Coleman, participaron activamente en el movimiento por los derechos civiles", escribe. "Nuestra casa era un lugar donde otros activistas, incluidos íconos como [Stokely] Carmichael, nos visitaban para hablar sobre estrategias y los problemas de la época. Me encantaban esas conversaciones en la terraza, y las absorbía todas. Sobre todo, aprendí a servir a mi comunidad para alcanzar el bien común". Flowers abandonó el condado rural de Lowndes -"un lugar", escribe, "que ha sido llamado 'Bloody Lowndes' por su historia violenta y racista"- para asistir a la universidad. Finalmente, se licenció en la Universidad de Cameron, en Oklahoma, con desvíos en el camino para casarse, hacer prácticas en el Centro Martin Luther King Jr. para el Cambio Social No Violento, servir en las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y marchar con sus compañeros de la Southern Christian Leadership Conference. En 2015, obtuvo un máster en historia en la Universidad de Nebraska. Flowers también pasó varios años enseñando en Detroit, Carolina del Norte y Washington, D.C. Ella todavía considera que la enseñanza es "el mejor trabajo del mundo".

En el año 2000, Flowers regresó al Cinturón Negro de Alabama, dirigiendo la oficina de empoderamiento de los votantes de la NAACP y trabajando como consultora de desarrollo económico en el condado de Lowndes. En 2004 fundó una organización sin ánimo de lucro conocida hoy como Centro para la Empresa Rural y la Justicia Medioambiental. "Nuestra misión", explica en Waste, "es reducir las disparidades sanitarias, económicas y medioambientales y mejorar el acceso al aire, el agua y el suelo limpios en las comunidades rurales marginadas". En 2008, también empezó a trabajar en la Equal Justice Initiative, con sede en Montgomery, una organización sin ánimo de lucro que trabaja en pos de la reforma de la justicia penal, donde sigue desempeñando el cargo de directora de desarrollo rural. Flowers, una extraordinaria creadora de redes, ha contado con el exvicepresidente Al Gore como aliado en su lucha por corregir las desigualdades rurales. También ha trabajado con Peter Hotez, el renombrado vacunador, para documentar el resurgimiento en el Sur de enfermedades tropicales como la anquilostomiasis, que durante mucho tiempo se creyó erradicada de la región. Ha establecido una sólida relación de trabajo con el activista conservador Robert Woodson, cuyo Centro Woodson ayuda a personas con bajos ingresos y a organizaciones vecinales a resolver los problemas de sus propias comunidades. Y ha aprendido de Barber "cómo no debemos obsesionarnos con términos como 'derecha' o 'izquierda', sino elegir el bien sobre el mal". Como explica en Waste, "tomé la decisión consciente de no permitir que las diferencias políticas limitaran mi capacidad de hablar con la gente sobre los problemas".

  1. Catherine Coleman Flowers llevaba regularmente visitantes a las casas del condado de Lowndes para que vieran de primera mano los problemas de saneamiento de la zona.

    Cortesía de Catherine Coleman Flowers

  2. Flowers se dirige a una multitud frente al Capitolio durante un evento semanal organizado por la actriz y activista Jane Fonda (aliada de Flowers) dedicado a concienciar al público sobre la crisis climática.

    Cortesía de Catherine Coleman Flowers

  3. Catherine Coleman Flowers (izquierda) visita la casa de Pamela Rush con el entonces senador Doug Jones de Alabama; en una emotiva audiencia en el Congreso en 2018, Rush describió el devastador impacto que tenían las aguas residuales no tratadas en su familia.

    Cortesía de Catherine Coleman Flowers

El mes en que salió a la venta su libro, Geoffrey Johnson, editor principal de la revista Rotary, habló con Flowers sobre el sucio secreto de Estados Unidos, la superación de las divisiones partidistas, las formas en que estos dos temas se entrecruzan, y cómo los rotarios pueden ser parte de la solución.

¿Cuál es el sucio secreto de Estados Unidos?

El sucio secreto de Estados Unidos es que hay personas que viven en comunidades de Estados Unidos que no tienen acceso al tratamiento de las aguas residuales. Ellos deben convivir con aguas residuales sin tratar, algo que la mayoría de nosotros esperaría encontrar en países en desarrollo y no en el país más rico del mundo.

¿Por qué la falta de saneamiento es un problema en Estados Unidos?

Porque hacemos hincapié en abordar las aguas residuales en las comunidades urbanas y no en las rurales. Las políticas de aguas residuales se han dirigido a las zonas densamente pobladas. Otras áreas, especialmente las comunidades no incorporadas a entidades municipales, han sido excluidas de esas políticas, por lo que nunca pueden acceder a los fondos públicos para abordar estos problemas. A la mayoría de los residentes les resulta difícil ocuparse de las aguas residuales por sí mismos. También debe haber algún tipo de inversión pública. El gobierno dispone de muchos programas para tratar las aguas residuales, pero en general no llegan a las comunidades pequeñas: comunidades pobres, comunidades de color, comunidades que han sido marginadas.

¿Por qué la gente en Estados Unidos no sabe que existe este problema?

Mucha gente tiene una perspectiva urbana. No tienen una idea real de lo que ocurre en las áreas rurales del país. A menudo, la gente me hace preguntas como: "¿por qué no están conectados a un sistema municipal?" Porque estamos hablando de una comunidad rural. Es posible que existan pueblos pequeños, pero los pueblos pequeños no tienen grandes presupuestos. No tienen una gran base fiscal para financiar sus infraestructuras, y por eso se quedan atrás.

¿Es parte del problema el hecho de que las personas más afectadas sean pobres o de color, o ambas cosas?

Eso es lo peor, porque muchas de las personas afectadas son las más vulnerables de nuestra sociedad. Creo que la gente da por sentado que se trata de un fallo personal del individuo y no de un fallo de la infraestructura. El problema es más complicado si la gente no tiene acceso a la infraestructura, o si la infraestructura a la que tiene acceso no funciona. También advertimos que, cuando la infraestructura falla, el gobierno culpa a los usuarios y protege quienes ganaron dinero con ella. Hay muchas capas diferentes que hay que pelar para poder llegar al origen del problema, y luego tratar de encontrar soluciones reales.

Puede que la gente no quiera oír la otra parte, pero es verdad: Debido al cambio climático, esta infraestructura de mala calidad falla cada vez más. Por ejemplo, lo que ha pasado donde yo vivo en Alabama. Con las grandes tormentas llueve mucho, y es entonces cuando los sistemas sépticos que tienen las personas en sus casas son más propensos a fallar. Las aguas residuales se meten en sus casas a través de las bañeras u otros lugares de acceso. Además de las lluvias, las temperaturas son cada vez más altas, y las enfermedades y los parásitos son más frecuentes y probablemente se desplazan hacia el norte. Así que es algo que debería preocuparnos a todos.

Usted ha trabajado con líderes de todo el espectro político, incluido el exsenador y fiscal general de Estados Unidos Jeff Sessions. Cómo encuentra puntos en común con personas que tienen puntos de vista diferentes a los suyos?

Bueno, fui a una reunión del ayuntamiento donde el senador Sessions estaba hablando. Hablaba de las subvenciones y los programas que estaban disponibles para ayudar potencialmente a la comunidad a la que se dirigía. Y le hice una pregunta: ¿Cómo puede la comunidad tener acceso a las subvenciones si requieren fondos de contrapartida? Porque la mayoría de estas comunidades no tienen dinero para conseguir dichos fondos. Después, él vino a verme y me dijo: "Siempre he querido averiguar cómo conseguir este tipo de fondos para la gente de las comunidades pobres". Me dijo: "Crecí en la pobreza en el condado de Wilcox" [Alabama, donde hoy casi un tercio de la población vive por debajo del nivel de pobreza]. Empezó a contarme cosas. En ese momento, los dos éramos solo humanos. Y yo le escuchaba; no intentaba discutir con él. Tanto él como su personal se pusieron a mi disposición cuando comencé a ampliar mi trabajo. Respondieron cada vez que me puse en contacto con ellos.

En su libro, describe cómo su primer encuentro con Bob Woodson se convirtió en un choque partidista. ¿Cómo consiguió que funcionara la segunda vez que se reunió con él?

En 2001 asistí a una cumbre religiosa en Washington, D.C., donde el Sr. Woodson era uno de los oradores. Tras su intervención, bajó del escenario y le seguí. Le dije: "Ya nos conocimos antes y no nos llevamos muy bien. Pero necesito su ayuda". Le expliqué lo que estaba haciendo y me dio su tarjeta. Me dijo: "Llame a mi oficina y concertaremos una reunión". Y eso es lo que ocurrió. Vino al condado de Lowndes y vio la situación por sí mismo. Se comprometió a ayudarnos. Aunque es un republicano incondicional, el equipo de personas que trajo para ayudar eran tanto republicanos como demócratas. Así es como trabajé con el Sr. Woodson. Él cree en la familia; cree en el apoyo a la comunidad empresarial; cree que debe haber una clase media negra. Tenemos muchas cosas en común, pero también hay cosas en las que no estamos de acuerdo; por lo tanto, no hablamos de ellas. No pasamos el tiempo discutiendo o tratando de cambiar al otro.

¿Es esa una habilidad que ha adquirido con el tiempo?

Creo que es una forma sureña de hacer las cosas. Nos sentamos a hablar y tratamos de averiguar qué tenemos en común. Por ejemplo, si estoy hablando con otro abuelo, hablamos de nuestros nietos. Todos queremos a nuestros nietos. Encontramos esas cosas básicas sobre las que la gente no discute, algo que tengamos en común. Una vez que encontramos eso, nos volvemos humanos los unos con los otros. Partimos de ese punto en el que estamos de acuerdo. No hay ninguna persona que crea en todo absolutamente igual que tú. Hay diferencias. Así que lo primero es respetar las diferencias.

¿Está ampliando su enfoque más allá de las aguas residuales a los problemas del agua en general?

Mi atención se centra principalmente en las aguas residuales, pero el agua y el saneamiento están íntimamente relacionados. Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas es el derecho al agua y al saneamiento. He formado parte de la Coalición Nacional sobre los Derechos Humanos al Agua y al Saneamiento [convocada por la Red de Derechos Humanos de Estados Unidos], y hemos utilizado el marco de los derechos humanos para centrarnos en la falta de agua. Sé que la gente quiere centrarse en el agua potable, pero el agua también forma parte de nuestro sistema de saneamiento. Si estás luchando contra la COVID-19 o cualquier otra enfermedad, tienes que tener agua para lavarte las manos. Si queremos acabar con la pobreza y vivir en armonía, todos debemos tener acceso al agua y al saneamiento. No debe ser que los que tienen dinero puedan tenerla y los que no lo tengan no tengan acceso al agua y saneamiento. Así no tendremos paz, porque el agua es algo que todos debemos tener para vivir.

¿Cómo pueden los rotarios ayudar a buscar soluciones al problema de las aguas residuales?

Lo primero que hay que hacer es identificar lo que ocurre en las comunidades rurales. La mayoría de la gente vive en zonas urbanas y no creo que se den cuenta de que la mayor parte de Estados Unidos es rural. Así que lo primero que deben hacer los rotarios es identificar los problemas de sus zonas y compartirlos con nosotros, porque ese tipo de información puede ayudarnos a elaborar soluciones que funcionen. Luego deben asegurarse de que la gente tenga acceso a esas soluciones y de que los responsables políticos conozcan estos problemas. Esto no es algo de lo que la gente suele hablar y como dice el dicho: ojos que no ven, corazón que no siente.

La segunda cosa en la que los rotarios pueden ayudarnos es en impulsar cambios en la infraestructura. Muchas de las infraestructuras que hemos construido tienen una vida útil muy corta. Tenemos que alejarnos de la obsolescencia planificada. Tenemos que crear infraestructuras que hagan frente a la realidad de la naturaleza. Eso es algo que estamos abordando ahora, y pueden apoyarnos en este esfuerzo por desarrollar nuevas tecnologías que aborden los problemas generados por las aguas residuales. Cuando los astronautas viajan al espacio exterior, puede tratar las aguas residuales para convertirlas en agua potable. ¿Por qué no podemos hacerlo aquí en la Tierra? Quiero asociarme con colaboradores que piensen así, que sean visionarios. Quiero inspirar y motivar y formar parte del desarrollo de un retrete que, después de tirar de la cadena, proporcione agua salubre. Ahora tenemos que pensar de forma diferente, porque tenemos que averiguar qué podemos reutilizar de forma segura. El agua es cada vez más escasa, y si no hacemos nada para solucionarlo, vamos a tener a mucha gente sin agua.

¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido como activista?

El hecho de que todo el mundo tiene valor. Una de las personas que han tenido un mayor impacto en mi vida ha sido Bryan Stevenson [fundador de la Iniciativa por la Justicia Igualitaria]. Y una cosa que me enseñó Bryan es que todas las personas son mejores que la peor acción que cometieron. Si todos nos sintiéramos así, estaríamos en una posición en la que podríamos, como mínimo, tener algunas conversaciones. No voy a obligar a nadie a hablar conmigo, pero algunas personas son más receptivas de lo que creemos. Eso va a ser más importante a medida que avancemos como nación, que tengamos estas conversaciones entre nosotros. Pero tenemos que empezar con algunos puntos en común, empezar con las cosas que compartimos, y a partir de ahí desarrollar un respeto mutuo. Después podremos tener las conversaciones difíciles y llegar a algún tipo de compromiso o acuerdo. Eso es lo que va a ser necesario. Así es como evitamos y rompemos los estereotipos y las nociones preconcebidas sobre las personas. Eso es lo que he aprendido.

En su libro escribe que la mayor lección que pudo enseñar a sus alumnos fue "el valor de la protesta pacífica y la importancia de votar para alcanzar el sueño americano". ¿Es una lección para todos nosotros?

Sí, creo que sí. Es parte de tener estas conversaciones. La gente tiene que aceptar el derecho de otras personas a protestar pacíficamente. Este país empezó con protestas pacíficas, y los cambios que se produjeron en la década de 1960 tuvieron lugar en gran medida gracias a las protestas pacíficas. El voto y las protestas son los principios democráticos que han garantizado que mantengamos esta democracia durante tanto tiempo, y esos son los principios que nos han convertido en los líderes morales del mundo. Si queremos seguir teniendo esa posición, vamos a tener que respetar las protestas pacíficas y vamos a tener que respetar el voto, y garantizar el derecho al voto para todos.

¿Cuál es el legado de Pamela Rush?

Su legado es que abrió su mundo a personas que no habrían entendido la pobreza si no hubieran pasado tiempo conviviendo con ella. Todos los que pasaron tiempo con Pamela se comprometieron a realizar el tipo de cambios estructurales necesarios para garantizar que en el futuro nadie se enfrente a los problemas que tuvo que afrontar Pamela Rush.

Una vez le preguntó a Al Gore: ¿Cómo podemos garantizar que nuestros hijos y sus nietos hereden un mundo habitable? ¿Cómo respondería usted a esa pregunta?

Tenemos que trabajar para conseguirlo. No podemos quedarnos sin hacer nada y esperar que se produzca el cambio. Tenemos que seguir comprometidos. Tenemos que trabajar en la política. Tenemos que hablar con gente que nos escuche. Y tendremos que cambiar para asegurarnos de que dejamos un mundo que pueda mantener la vida no sólo para nuestros hijos, sino para nuestros nietos y para todas las generaciones venideras.


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